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26-8-2013 (hace un mes que murió mi padre), (hace un año que murió el capitán Ginés. 2024)
Para: El capitán Ginés, el negro zumbón (Geovany) y mi hijo Javi.
Por fin Campanero se hizo a la mar. El sol titubeante nos guiñaba sus rayos al paso de las nubes blancas y azules. La mañana quinceña de aventuras permitió que Campanero desplegara velas al viento y que nuestras caras de asombro nos retrocedieran al pasado.
Mientras, nuestro capitán nos facultaba, le ayudábamos a quitar la funda de la vela mayor sobre el mástil. El viento azotaba y los grumetes guardaban el equilibrio entre sonrisas y tropezones.
No hay palabras cuando el viento manda, o te sometes o zozobras.
La vela mayor plena se extiende y el foque nos guía. El agua, a una cuarta de mi mano, y la brisa acaricia mi cara sintiéndome protagonista.
Mil palabras de vocabulario marino y mil procederes de acatarlos, mil maneras de dominar el velero y tu, no estás.
La botavara pasa por mi cabeza mil veces y soy capaz de evitarla. Echar el ancla en mitad del mar menor entre la Manga y Lo Pagán. Comprobar la mar cristalina y el color que al sol le apetece dar. Las rubias de cristal marrón metidas en hielo picado por fin oyen la voz. Campanero, con sus seis metros de eslora y el año de nacimiento (1936) le obligan a responder y a ser contestatario. Como resistirse a un baño tirándote desde estribor y sentir la frescura del agua en tu cuerpo, ¡gracias, Neptuno! Imploro.
De vuelta saludamos a los barcos a motor que pasan a nuestro lado por babor y estribor porque si quitaran el progreso, Campanero los humillaría.
Cuatro horas de olor marino, mil horas para mi recuerdo.
Gracias capitán.