La vida es un río eterno
que fluye sin descansar,
llevando en su curso lento
lo que nace y ha de pasar.
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La muerte es el puerto cierto
al que arribaremos todos,
pues nos espera en lo incierto
de los humanos acomodos.
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La dicha es flor que se agosta
al primer soplo del viento,
y el pesar que nos acosa
florece sin detenimiento.
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La gloria, como la sombra,
huye del que la persigue,
y sólo al que no la nombra
es a quien ella le sigue.
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La fama, igual que la espuma,
se deshace entre las manos,
pues nada hay bajo la luna
que no se torne en vanos.
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La riqueza es como el sueño
que al despertar se esfumó,
y el poder, cual débil leño,
a merced del mar quedó.
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Sólo la virtud y el bien
perduran más allá del tiempo,
pues son ancla y sostén
en el infinito y eterno.