Romey

Ficticia fatalidad y mi entropía

-Mierda! Mira mis agujas Frizz!

Frizz se acercó velozmente y con una inclinación desatenta fingió interés.

-Lo mismo me pasó a mí...quiero decir a mi suplemento biológico, hace dos semanas, y estoy bien.

La respuesta de Frizz no era del todo cierta: su piel había perdido color, y ahora necesitaba dormir el triple de tiempo que antes del incidente.

-Crees que se mantendrá así muchas horas? Estoy empezando a sentir dolor y una nauseas horribles...

-Ya he activado la reconfiguración del aparato. Pronto volverá a la normalidad.

-Joder Frizz! No se puede acelerar el proceso? Se supone que eres experto en este tipo de suplementos robóticos.

-Relájate Kel...ya he hecho cuanto me es posible.

Frizz se fue a su camarote y cerró la compuerta chasqueando los dedos. Kel había comenzado a sudar copiosamente, y los nervios le entumecieron las piernas. Estuvo apunto de arrancarse de la piel los cables de un tirón, pero cedió y, vociferando, yamó a Lisan, la inteligencia capital al mando a bordo de la nave.

-Lisan! Cuéntame una historia que me distraiga de este maldito suplicio o no aguanto mas y me suicido ahora mismo!

-El horror y la corrupción coexisten con la beyeza virgen en una región ignota de la tierra de Ótenat. Gigantescas bestias de aspectos indeterminados merodean en la oscuridad y entre tinieblas preparando una perfecta invasión. En la ciudad de Kátinxia ha comenzado la danza ritual de la fecundidad y las muchachas ríen y saltan extasiadas, mientras recitan poesías mágicas. Nadie sabe que el blindaje ha disminuido, debido a la insuficiente cantidad de ofrendas dadas a la...

-Sé como sigue, es previsible. Las bestias atacan y las muchachas mueren...solo una se salva al introducir su mente en la máquina central. Lisan, sé que tú eres eya. Acaso has olvidado mis dotes para la precognición. Eso he podido averiguarlo con facilidad, pero trato de saber qué será de mí y ni siquiera logro intuir nada... Quizás moriré por culpa de este odioso aparato que me ha salvado la vida. Frizz!

No hubo respuesta.

-Frizz!

Tampoco la hubo. Pues, durante el consiguiente momento eterno, ahí, en ningún lugar en concreto, se quedó solísima Lisan por orden de los acontecimientos, como a mí me ha pasado, muchas veces de hecho, demasiado, sin embargo desecho por insignificantes todos los tediosos detayes no imaginarios.