Inefable aurora de mi vida
desde aquella glamorosa adolescencia
hasta este ocaso pleno de vida complacida.
Pequeña aldea, ciudad que hoy canta…
Añoranza eterna de recuerdos vivos
de serenatas en lunas y sol esplendoroso
que lanzaron mi alma al descubrimiento
de saberse enamorada.
Atesoro para mí esas vivencias sin olvidos
que traigo a este presente lleno de embelesos,
donde la aldea ya no está, se ha escondido
y sólo persiste en mis entrañas.
No están las serenatas, pero siguen las guitarras
y canciones que brincan en mi alma
que sigue creciendo en el amor y de él vive
aturdida en enjambre de voces y miradas de mi sangre.
¡Oh, Villa Allende, ciudad y aldea que acunaste mi ser,
te canto en humilde homenaje de gratitud y afecto!