Ivette Urroz

Como mares de rocas en armonías mecánicas,

Como mares de rocas en armonías mecánicas,

orquestas la danza virgen de los astros risueños,

una selección deliberada a través de siglos y siglos,

y es el susurro del Génesis, el bramido de la nada.

 

Entibiado, el corazón cándido de picardías furiosas

gravita sonriente, despojado de maravillas silentes;

y en el gesto de la vida, se cierne el escepticismo,

ojos dramaturgos en el nido siniestro de la fatalidad.

 

Péndulo de polvosos ocasos erra, cansado, de tumba

en tumba, de hombros a hombros, hasta el ojo de la humanidad;

rebuzna la psicología del sueño relampagueado

bajo la noche que se alarga en escombros cósmicos.

 

La madrugada, hablando sola, parecía un campanario

lleno de inquietudes, que gobernaba el patíbulo del amanecer.

¡Oh, vejez sin vejez! Sus canas eran libres frente a la vanidad

del mundo, como tercetos sabihondos saltando el paso

cuántico de los silencios, filosóficamente.