Nicolás Alejandro Gabriel

Qué lástima

Silueta de espiga delgada,

hombros calmos, piernas mansas,

fuiste como un ombligo tembloroso, en mí.

En el desastre.

 

Qué lástima que no pude atar tu cuerpo a mi boca.

 

Pero siempre lo avistaré,

en la consternación de las mañanas,

en las estatuas ebrias de lluvias,

 y en la naturaleza que no se encoge.

 

Crudo pétalo de agua.

Vivo retrato de Dios que respira.

 

Qué lástima que no hallé otra manera, 

de atar tu cuerpo a mi boca;

sino con estas austeras palabras.