Te regalo un poema,
uno inimaginablemente bello.
Con una rima tan libre, informal
e impuntual como yo mismo.
Que rompa todos tus esquemas
y bese el fondo de tu alma
como el más sensual de los abrazos.
Que sea como el ronroneo de un gato
o el aroma del pan recién horneado,
uno que te remueva el espíritu,
como el sabor de aquel primer beso
o el cosquilleo de las cosas prohibidas.
Como el aleteo de un diablillo
o el perfume de la flor del limonero,
como el viento salado junto al mar
o un amanecer en la montaña.
Un poema que vibre en tus oídos
con los tonos puros del más potente solfeggio.
Que llegue a lo más profundo de tus fibras,
y que su belleza haga saltar tus lágrimas
como cuando reconoces a un alma antigua.
Un poema que llene de luz tu día
y te perfume como el incienso.
Que haga mecer la hierba en los campos
y te traiga la fragancia de la lavanda,
el romero, la menta o la albahaca.
Que veas en él la mirada de un perro fiel.
Que tanto si lo lees al principio,
a la mitad o al final de tus días,
produzca en tí el mismo efecto
y te sientas satisfecho en tu camino
cuando veas tu reflejo en el agua.
Un poema que te recuerde que
somo el producto de mil casualidades
y que haga que recuerdes con una sonrisa
a todos tus ancestros.
Si, te regalo un poema,
que no precisa ser escrito
porque lo llevas en tu interior
y cada día lo ves en el espejo.
Mira bien el fondo de tus ojos
y repite conmigo:
Que tengas un bonito día...
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