Mercedes Bou Ibáñez

A las seis de la mañana

 

A las seis de la mañana

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¡No, madrecita, qué no!
Eso que alumbra esta noche,
¡Qué no es la luz del lucero!
Es la sangre derramada
por un ángel inocente,
al que nos robó la muerte
una oscura madrugada,
a las seis de la mañana.
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A las seis de la mañana
cuando gimen los amantes
y los sueños se despiertan
con la ilusión de ser grandes,
entre chumbos y olivares
pasaban sombras llorando
con un traje de lunares.
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Los gitanos pa´ la feria
llevan un caballo blanco
y a las seis de la mañana
despertó la serranía
con un sentimiento extraño,
¡no le cantó, el gallo al alba!
En aquella madrugada,
tendió la Virgen su manto.
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A las seis de la mañana,
quedó un caballo sin amo,
una paloma sin alas
se arrastraba por el suelo,
eran reyes de la noche
el relámpago y el trueno.
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El tomillo y los romeros
estiran su cuello largo
sufren por saber que pasa,
¿por qué relincha un caballo
a las seis de la mañana?
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A las seis de la mañana
las cañas de la vereda
piden a su amigo el viento
que esté con un ojo alerta
que huele a sangre la sierra 
y un lucero está llorando
al ver la muerte en la alberca
que a las seis de la mañana
tras de las cañas acecha.
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¡A las seis de la mañana!
Las retamas del camino
han visto pasar un hombre
rodeado por civiles,
se lo llevaban al monte
con las manos en la espalda.
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A las seis de la mañana
se disfrazaron las piedras
de tocino con pan blanco
y al pasar por el barranco
las nubes entre los cerros
se ponen su traje largo.
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A las seis de la mañana
un grito desgarrador
llenó la noche de llanto,
lloró una paloma blanca
mordida por un lagarto.
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A las seis de la mañana
el Genil está llorando,
van recorriendo la vega,
silencios de vino amargo.
¡A las seis de la mañana!
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En una noche de truenos,
a las seis de la mañana
quedó un caballo sin amo
y voló hacia el cielo un alma.
¡A las seis de la mañana
de una eterna madrugada!
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Mercedes Bou Ibáñez