Federico García Lorca
Los verdes olivares en la fría alborada,
miraron a gitanos caminar por sus trillos
lloraban a la luna, recitando estribillos,
de un cante de tristeza por el alma truncada.
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Rosas grana quedaron, labrando la calzada,
en el cenit la luna con sus negros flequillos,
solo observaba triste los cantos de los grillos,
cubriendo melancólica la ciudad de Granada.
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El odio intolerante cercenó al inocente,
quiso callar su pluma que fue osada saeta,
pendón de libertad que lucía su mente.
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La mano criminal con la cruel bayoneta
solo provocó versos que fueron la simiente
para inmortalizar al grandioso poeta.