En su celda de piedra y de frío
la monja de sangre gitana suspira.
enclaustrada contra su albedrío
sueña con un mundo que ya no respira.
Un corazón gitano late aprisionado
bajo el blanco sayal y la cruz sufrida.
Sueña con la libertad, un fuego desatado
mientras reza sus oraciones, la mirada perdida.
La celda es un convento, su reja la ventana
por donde se cuelan aromas de la vida que añora.
El viento trae el eco de una canción lejana
y en su pecho la sangre gitana clama y llora.
Por la ventana, un rayo de luna se cuela
iluminando su rostro de oliva y miel.
En sus ojos negros, un fuego se revela
testigo de un espíritu que se niega a envejecer.
El convento duerme, mas ella vigila,
su corazón late al ritmo de un tambor lejano.
Entre rezos y cantos, su alma oscila
añorando el calor de un amor profano.
La aguja danza sobre la tela blanca
dibujando flores que nunca verá crecer.
En cada puntada, un recuerdo se atranca
de una vida pasada que tuvo que ceder.
Allí vive la monja de sangre gitana
entre muros que ahogan su naturaleza.
Bordando en silencio, desde su ventana
un tapiz de pasión y tristeza.
Anhela el baile bajo la luna plateada
el ritmo frenético que la guitarra arranca.
Sueña con un amor, una pasión desatada
lejos del silencio frío en su alma blanca.
Pero la vida la ha vestido de penitencia
un camino de espinas, un destino trazado.
La monja gitana lleva su cruz con paciencia
mientras su corazón añora ese amor sagrado.
Con el tiempo se resigna
dejando al mundo de lado.
Y reverente se persigna
pues con Dios se ha casado!!