Bajo la luna temerosa,
escarban frígidos los tercetos con los que argumentábamos
estas horas caprichosas de agosto
y su círculo casto de eucalipto.
Corazón silencioso, corazón terso; amor puro, puro amor, cobija
que desde nosotros tiritaba al soñar.
¿Por qué ya no animaba aquel querer?,
aunque nadie se asombrara de sus intrepideces,
había algo de malquerencia, una forma de conquistar la luna:
esa celebración, búsqueda, solución inhibidora,
para no vivir, incómodamente mínimo, sin doblegar
como en un abismo del alma, soledad al aire
ya entorpecíamos la espera.
-Aquí nos esperan cantando.
Yo nada sé sobre el sufrir,
solo que soy ideográfica de mi propia grafía,
porque el exiliado de verbos es un pentagrama
también consigo mismo.
-Nos ven reír,
escalfados y en alto, bajo la dominación escéptica;
nos esperan las colorimetrías en las autopistas.
Ivette Mendoza Fajardo (Ivette Urroz)
Poema abstracto