Invierno; naturaleza dormida;
sentimientos muertos;
flores sin pétalos, árboles sin hojas.
Yo pierdo recuerdos y fragmentos de vida
La noche impera, no existe el día.
En el silencio gélido,
mi corazón clama,
como un lobo solitario,
aullando su tristeza
bajo un cielo sin estrellas.
Mis sueños se deshacen
en copos de nieve,
cayendo lentamente
al abismo de la melancolía.
Cada susurro del viento,
una caricia de hielo,
remueve las cenizas
de un amor perdido,
un fuego extinto en el olvido.
Las sombras son fantasmas
que bailan en la penumbra,
recordando los días
en que tu risa era mi sol.
Los días son hojas muertas
que el invierno arrastra,
y yo, un árbol sin hojas,
desnudo de esperanza,
esperando la primavera
que despierte mis raíces.
El tiempo, un océano helado,
espera interminable,
hipérbole de soledad
que no puedo abrazar.
Las estrellas, comparsas mudas,
observan mi vigilia,
y la luna, espejo frío,
refleja mi anhelo
de encontrarte en el deshielo.
Cuando la nieve se derrita
y los ríos canten su retorno,
iré en busca de ese amor,
que la primavera,
me promete renacer
en el calor de tus brazos.
Hasta entonces,
la paciencia será mi guía,
y la espera, mi compañía,
en este invierno del alma,
donde la noche impera
y no existe el día.