CUANDO DOS SE CONVIERTEN EN UNO.
En el encuentro de dos almas, no es solo piel, ni simple pasión; es la danza eterna del ser y del alma, la unión divina de espíritu y razón.
Es la fusión de tu mirada en la mía, nace un fuego que trasciende la carne, es la transmutación de nuestro deseo, que convierte lo mundano en algo sagrado, en lo más grande.
No somos solo tú y yo, somos más que dos, en el crisol de la alquimia de nuestro amor, uno más uno no suman dos, porque se multiplican nuestras fuerzas, nuestros miedos se desvanecen, y en tu aliento encuentro mi valor.
Respiro profundo y te siento dentro de mí, como el viento acaricia al mar, y en ese aliento compartido, nos convertimos en uno, sin principio ni final.
Tu fortaleza, mi debilidad abraza, mi sombra en tu luz se disuelve; en este círculo infinito, donde lo femenino y lo masculino se entrelazan, nos transformamos en lo eterno, en la unidad que todo lo envuelve.
No hay yo, ni tú, solo un nosotros, un ser nuevo, nacido del amor, donde lo mental, lo físico, lo emociona y lo espiritual, se encuentran y se elevan, más allá de lo individual de cada uno.
En este sagrado encuentro, nuestras almas se liberan, y el todo que somos, se convierte en la fuerza, que trasciende los límites, que desafía al tiempo; cuando dos se convierten en uno, y en ese uno encontramos el infinito.