De todas partes del mundo llegan, muy adornadas y pintaditas, desde la más silvestre a la más delicada, las que crecen despreocupadas y las que tantas preocupaciones causan, el gran desfile nadie se pierde y sus innegables atributos no se discuten pues las miradas de su esbeltez o exuberancia quedan prendadas y sus perfumes al placer incitan, quién las viera a toda juntas, decidir por alguna es ardua tarea, tantas son de innegable y particular belleza, los jueces decidirán si el tiempo apremia, pues a cada vista extasiados quedan y si se ordenan de algún modo es por conteo y no por importancia.
Desde la más pequeña a la mayor, en pequeños tiestos, en jarrones o en grandes macetas, llegan como un río de color y fragancia, como una maravillosa lluvia de primavera las representantes de todas las flores, con paso elegante y airoso posa la Rosa, su tallo firme y corola encendida, reina de la pasión pero también del dolor, tierna entre sus espinas y siempre dispuesta despertando suspiros y admiración; la Clavelina con paso cortés a sus admiradores muestra sus carnosas corolas, envuelta en su delicado traje esmeralda es también muy aclamada, suenan para ella guitarras y panderetas pues por sí sola es una estrella que a todos los ramos y coronas es invitada; viene luego la Dalia coqueta, con su vistoso y exuberante traje de gala atrae miradas dejando extasiados a público y jueces pues además de bella también es medicina, medicina antiquísima que conocían aztecas; después viene cándida y alba la Azucena ante cuya presencia y mística esencia el público calla, flor virginal y exquisita presente en la historia y también en el arte; ahora atentos que se acerca la Nube, profusa y pequeña alegrando el desfile, como niñas traviesas al viento agitadas, dibujan sonrisas a toda la gente, inocentes y puras para toda ocasión y arreglo son incluidas. Mucha atención ahora, que del otro continente llega la Gardenia regalando perfumes, su pálido rostro de luna es también muy demandado, flor divina y delicada a la que todo jardinero consiente y mima; sin menoscabo alguno sigue la Tulipa, espigadita y sedosa que siempre destaca, corta de tallo pero de elevada corona señora de prados y de elegantes jardines, su rostro envuelto en velo muy codiciado; y para consolar a los tristes llega la Nardo, sencilla e intensa, embriagadora y multifacética, una verdadera joya si en el balcón se asoma, la radiante Girasol; con sus cientos de ojos, desde el alba al ocaso siguiendo a su amor; luego, rodeada de escudos, de recio abolengo se presenta la Lis; le sigue la esquiva Orquídea, la Margarita humilde, en sucesión incansable continúa la amigable Gerbera, la fiel Nomeolvides, la exótica Violeta, la Geranio sin par, la paciente Hortencia, la glamorosa Astromelia y así una a una incontables bellezas que en un dilema a los jueces mantiene, la Azalea, la Begonia, la Amapola, todas ellas ovaciones reciben, la Narciso, la Brezo, la Amarilis, la Petunia, la Crisantemo no se quedan atrás y es la hora que el jurado no puede acertar, pues en belleza y virtud ninguna posee más que la otra y lo que empezó como concurso acabó en romería pues los jueces no pudieron declarar ganadora y el público desbordado se fue cada cual detrás de su favorita sin poder distinguir si algún grupo había más numeroso que el otro, y después de éste resumen ya sólo queda saber por cuál votó usted.