Mercedes Bou Ibáñez

¡Qué no madre, qué no! 

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¡Qué no madre, qué no! 
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La primera estrofa parece
la misma de la publicación de ayer,
pero no es exactamente la misma,
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Polimétrico, sin esquema de rima
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¡No, madre qué no!
Que lo que alumbra esta noche,
que no es la luz del lucero,
es la sangre derramada,
sin vergüenza y sin honor
por un fusil miserable
en la oscura madrugada
de un agosto inolvidable
que perdió el mundo el amor.
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La sangre fresca y ardiente
de un palomo soñador,
de un luchador incipiente
en la forja del amor,
pintando de oro las letras
regándolas con valor
de quien no le teme al miedo
ni a las balas del cañón.
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Toca la muerte, con su diente frío,
su plena juventud y la rebana,
esparciendo su sangre en el rocío,
y lanzando al cielo, su alma gitana.
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Aquel diecinueve de agosto,
lloro la tierra madre,
lloro el mar, lloro el cielo
y sigue llorando la luna.
Aquella oscura madrugada, madre,
la sangre le robó, al amor su pluma.
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La nueva aurora amaneció pálida,
Abril, cuando se enteró,
prometió clamando al cielo
no traer mas primaveras
y están las rosas de duelo
por toda la eternidad.
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El rocío lloró lágrimas de escarcha,
y corrieron los tinteros de la escuela
a llenarse con la sangre del poeta.
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Y desde entonces, madre veo,
al árbol dando de beber al charco,
a los sueños montar en bicicleta,
a la amapola dando de comer al trigo,
a la loba amamantando un cordero
y sonriendo en el cielo...
el alma del poeta.
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Mercedes Bou Ibáñez