Mientras duermo, tus senos acaricio en mi sueño divino,
Juntos ascendemos en éxtasis, un orgasmo celeste,
Pero al despertar, un cielo ardiente se vuelve agreste,
Tu presencia se desvanece, mi dolor es quimerino.
¿Por qué la vida se envuelve en un velo clandestino?
Si al final, solo un abismo se queda en mi interior,
Un pozo sin fondo, donde mi deseo es inferior,
Y el placer se transforma en un llanto peregrino.
En este mundo, ¿qué sentido tiene el continuar?
Si la muerte me acecha, la vida, es un martirio,
Y la verdad es un eco, reflejos agrios.
Te escribo en este ocaso, mi último suspirar,
Con el cruel destino que me arrastra a tu delirio,
Solo persiste el silencio, en el eco de tus ovarios.