Fernando Huarca

Árboles Caídos

Allí, por donde vine,

fui contando mis anhelos al camino y a la vida,

entregados en cada palabra y melodía.

Fui encontrando maderas caídas,

productos de las manos frías del desdén.

 

Alli por donde vine,

un camino estaba verde ya por la mañana.

Fui corriendo a anunciar a mis amigos y a la mujer amada.

No hallé a la flor en la primavera ni a los amigos en el verano.

No hubo vergel ni flores en otro tiempo de este año;

tampoco el calor de quien te abraza y se siente como un hermano.

 

Así, triste y desamparado,

queme mis huellas del pasado.

Ese que espero tanto el amor y la primavera,

los amigos y el calor de la cosecha,

hoy esta hambriento, triste y desamparado.

Así decían las gentes de las calles,

quienes jamás tuvieron brazos para mi

columna dislocada,

ni sus manos para las gotas de mis ocasos.

 

Y pedí a los caminos largos, así guardados en

los recuerdos y en los del porvenir,

que jamás me abran las suelas de los zapatos,

ni los senderos que golpearon cada callo y mis huesos,

ni que devuelvan del pasado a ese que fui yo algún día.

 

Alli, Por donde vine

los caminos estaban ya secos por la sombra del olvido,

y así fue el tiempo vertiendo su quebranto

a cada verde que yacía en el regazo de trochas y senderos.

 

Así fue la tarde consumiendo cada luz en el ocaso,

y cada rayo del horizonte perdía su destino entre

las sombras de los árboles caídos.

 

La vida en las orillas del camino no volvió a retoñar,

por las sombras de los árboles caídos.