Allí, por donde vine,
fui contando mis anhelos al camino y a la vida,
entregados en cada palabra y melodía.
Fui encontrando maderas caídas,
productos de las manos frías del desdén.
Alli por donde vine,
un camino estaba verde ya por la mañana.
Fui corriendo a anunciar a mis amigos y a la mujer amada.
No hallé a la flor en la primavera ni a los amigos en el verano.
No hubo vergel ni flores en otro tiempo de este año;
tampoco el calor de quien te abraza y se siente como un hermano.
Así, triste y desamparado,
queme mis huellas del pasado.
Ese que espero tanto el amor y la primavera,
los amigos y el calor de la cosecha,
hoy esta hambriento, triste y desamparado.
Así decían las gentes de las calles,
quienes jamás tuvieron brazos para mi
columna dislocada,
ni sus manos para las gotas de mis ocasos.
Y pedí a los caminos largos, así guardados en
los recuerdos y en los del porvenir,
que jamás me abran las suelas de los zapatos,
ni los senderos que golpearon cada callo y mis huesos,
ni que devuelvan del pasado a ese que fui yo algún día.
Alli, Por donde vine
los caminos estaban ya secos por la sombra del olvido,
y así fue el tiempo vertiendo su quebranto
a cada verde que yacía en el regazo de trochas y senderos.
Así fue la tarde consumiendo cada luz en el ocaso,
y cada rayo del horizonte perdía su destino entre
las sombras de los árboles caídos.
La vida en las orillas del camino no volvió a retoñar,
por las sombras de los árboles caídos.