Tomás Sánchez Rubio

DE SIESTAS Y DE RELOJES

Tenía la casa familiar

un reloj de péndulo

que encerraba para la niña

el primer misterio

de lo perpetuo

entre sus cadenas.

 

Las pesas, cilindros

de oro apagado,

miraban a tientas,

miopes como ella,

las primeras vistas

a un solitario salón

de porte solemne

a través del tímido

cristal graduado

en el tiempo

y su sabiduría

 

Las campanadas,

siempre inesperadas

como lágrimas

de colegial enamorado,

repartían bostezos entre sillones 

y almohadas blancas

como alma pura.

 

Pronto podría salir

la niña miope a jugar al patio

de la gran casa,

todavía adormecida

en secreto,

despidiendo a un sol,

que no dejaba de mecerla,

hecho lúcida camisa de rayas

entre las persianas

de un cuarto de zócalo y

colchón de lana.