(soneto asonante)
Siempre vuelve el atardecer trayendo,
como el flautista, miles de luciérnagas,
miles de sensaciones placenteras.
Siempre vuelve alumbrando mi recuerdo.
Y así, como también en mi desvelo,
se marcha una vez más con la bella
y rojiza alborada, como esta,
sensación que me enciende desde adentro.
Ay, criatura que gusta de la noche
y del soñar despierto… Tú y tu Luna,
no sois más que las obras de su pluma;
una bella y caótica unión: voces
y los ecos que danzan con la vida,
entre aquellas luciérnagas huidizas.