A la luz del alma o del pensamiento
Vuelan letras, sueños y deseos.
Poco a poco comprendí que aquella luz,
Luz que creia salvaje y rebelde,
No era otra cosa que el tiempo hecho hombre.
Hubo veces que las voces del viento,
Llevaron a mi oido, ondulantes,
Los sabores mas dulces, como por ejemplo,
La voz del beso o el sabor de su sexo.
Un gemido o una rama crujiendo,
Hacían un manantial la boca,
Por deseo o libertad, dos enemigos.
Hoy esa luz, tenue lúgubre y caotica,
Brilla perpetua, sinuosa entre mis sombras,
Rincones negros del alma que desconozco,
Cordura escueta que se me escapa.