Quiero morirme bien muerto;
silencioso y sin aspavientos.
Sin nombre ni cadáver,
sin gritos ni suspiros;
bien muerto y sin memoria,
como perro callejero.
Morirme calladamente y sin pretextos,
como ocaso de agosto
que se apaga en las tapias blancas
de los patios silenciosos
allá en mi infancia.
Quiero morir de una vez por todas
y no con plazos diarios
como naufrago perdido
en un mar oscuro
que se agita vertiginoso
bajo la noche eterna e impasible
que acecha como, inexorablemente,
nos disolvemos en el olvido.