En el susurro del ocaso,
Cuando el sol se viste de oro,
Nuestros labios se encuentran,
En una danza sin decoro.
El viento suave nos envuelve,
En su melodía sutil,
Y en cada beso que nos damos,
El tiempo se vuelve frágil.
Tu aliento se mezcla con el mío,
En una cadencia infinita,
Y cada roce es un suspiro,
Que el cielo en tonos rojos pinta.
Bailamos en la luz dorada,
Entre sombras que se alargan,
Y en la dulzura de este instante,
Nuestros corazones se entrelazan.
No hay música más perfecta,
Ni ritmo más sincero,
Que el compás de nuestros besos,
Al caer el sol ligero.
Y en la despedida del día,
Cuando la noche empieza a nacer,
Seguimos danzando juntos,
En un amor que no conoce el ayer.