José Fas Fonfría

LA FUERZA DE LA RAZÓN.

LA FUERZA DE LA RAZÓN

El bello resplandor de la mañana que nos llega
no disipa los negros nubarrones de mi alma,
ante esta falsa realidad que me desasosiega,
y cuya esencia, ni me reconforta, ni me calma.


¿En qué nos hemos convertido los humanos,
como es posible ser tan inconsecuentes?
La armonía que brillaba en nuestras manos,
se va agriando entre espasmos irreverentes.


¿Dónde está la fuerza del espíritu solidario,
por donde fluye el rio de la satisfacción?
La humanidad no se merece ese calvario,
añora una constante y legitima protección.


Dejen a un lado por favor, sus intereses,
piensen más en las necesidades conjuntas,
que no prive la retórica de los pudientes,
mediten, y, háganse inteligentes preguntas.


Usted puede ser feliz, y ser también pudiente,
mientras los demás, nadarán contra corriente.
¡Descubra su alma, mírese en lo más profundo!
Perderá, su propicia realidad, en un segundo.


La religión, nada tiene que ver con todo esto,
mi lucha no es contra políticas ni creencias,
es la eterna solidaridad la que manifiesto,
y la hermandad entre… todas las conciencias.


Ahórrense las limosnas siempre rutinarias,
no es dinero lo que se necesita, que también,
sobran los egoísmos y farsas multitudinarias,
y faltan señales veraces para llenar la sartén.


¡Yo soy yo, y mis humildes circunstancias,
como lo son también, todos los restantes,
no pido para ni, ni para mis extravagancias,
pido por todos mis congéneres y semejantes!


¿Quién curará la llaga, de los conflictos del mundo?
¡Está muy bien, gritar y rasgarse las vestiduras,
para luego, mirar a otro lado… con gesto nauseabundo,
para llenar gesto a gesto las vacías sepulturas!


El dinero guía al mundo, el resto poco importa,
el dinero, administra y manifiesta el deseado poder,
aunque… no todo lo que él puede, reconforta,
ni todo lo materialista te llega a enorgullecer.


Todos fuimos jóvenes en una época lejana,
y soñábamos ilusionados, el mundo arreglar,
luego, ya mayores, y con vida interurbana,
con las manos vacías nada podemos mejorar.


Hoy envejecido y cansado me he rendido,
pero mantengo esperanzas en la savia nueva,
no siempre al derrotado, lo has del todo vencido,
ni tampoco el humillado, su castigo sobrelleva.