“Y tú, que eres nota de allegro y un adagio,
dígnate desde ahí a animar mi acento”.
Señora mía, mía en el presagio,
en el presagio blanco que evita un naufragio;
en la letra que vaga en un vals con el viento.
Tan mía en el concierto del contagio
sublime de mi tempo, en lo que siento.
Sea en mis brazos nota y sentimiento,
sea igual partitura y temporal.
Sea el acto esperado por mi boca,
eleve sus encantos, su virtud, su ideal.
Sea en mí la asunción, la más bella tonada.
Sea adagio y allegro, y mi amada…
¡Sea en mí el encanto que sofoca!