No todo tiene recompensa
Quiźa sí en los extremos el mundo
Quizás en el menor gesto hecho con amor
Por qué nos piden ser tranquilos como el agua
Cuando crujen los árboles ardientes
Cuando el oído oye gritos en cada esquina
Por qué piden que no se apague la hoguera
Ya no se trata del cansancio
Se trata de cuánta indignación resista tu copa
De cuánto esfuerzo deposites en deshacer
Con tres o cuatro días después de ejecutado
Deberíamos de hablar de indignación
Pero nuestro sitio es uno donde se bebe esa amargura
Y se supone que eso merecemos
Y se supone que en nosostros se debe liberar esa espuma
Y se hace más largo el camino
Entre mi mente, lengua y dedos
Mientras atentos están los sentidos
Que afijan su sintonía
Y hacerlo material de otra perturbación