En la vida, enfrentamos la muerte con la misma inevitabilidad con la que nos enfrentamos a nuestro propio reflejo.
La muerte, como un espejo que no puede captar el alma, solo es un testigo mudo de nuestra existencia, incapaz de revelar nuestra verdadera esencia.
Del mismo modo, nuestras sombras, que nos siguen de cerca, son reflejos incompletos de lo que realmente somos. Si la muerte, el espejo y la sombra no pueden definirnos, ¿Qué es lo que realmente nos define?