Yeshuapoemario

Bendito el hombre que confía en Jehová (Jer. 17:7).

 

 

En la penumbra de la desconfianza, donde las sombras de la traición se alargan, la humanidad busca un faro de fidelidad. En los textos antiguos, encuentran promesas de un amor inquebrantable, un refugio contra la tormenta de la duda. Los versos sagrados hablan de un poder superior, un creador que ofrece su mano a aquellos que buscan la verdad entre las ruinas de la fe perdida.

 

En el jardín de las palabras eternas, los creyentes hallan consuelo, una guía que trasciende el tiempo y el espacio. En las escrituras, ven un mapa hacia la redención, un sendero iluminado por la esperanza y la gracia. La fe se convierte en el ancla, en el susurro que calma el mar tempestuoso de la incertidumbre.

 

Los fieles se reúnen, no en nombre del miedo, sino en el de la confianza. En la comunión, encuentran fuerza, en la oración, serenidad. La divinidad se revela no solo en los altares, sino en los actos de bondad, en las palabras de aliento, en los gestos de amor incondicional.

 

En la narrativa celestial, cada alma es preciosa, cada vida, un hilo en el tapiz de la existencia. La fe enseña que no hay abismo tan profundo que la luz no pueda alcanzar, que no hay error tan grande que el perdón no pueda cubrir. En la promesa de un mañana mejor, los corazones se unen, elevando un canto de esperanza que resuena en la eternidad.

 

Así, en la búsqueda de certeza, los textos sagrados ofrecen un puerto seguro. En la palabra de Jehová, los buscadores encuentran un eco de la verdad, un reflejo de lo que es puro y justo. En la poesía de lo sagrado, la humanidad descubre un lenguaje universal, un mensaje de paz y unidad para todos los hijos de la creación.