No encuentro el momento
de entrar en conversación,
es un monólogo sin fin;
una pausa para tragar saliva
y una bocanada de aire,
son cuatro segundos,
pero vuelve al ataque,
casi logro hablar de lo mío,
pero es imposible,
mis oídos se impacientan
porque solo escuchan
ruido de palabras.
Quiero hablar y no me deja
mas solo le interesa
soltar su largo rollo.
Ni mis penas o alegrías,
de nada puedo hablar,
sin embargo, la vecina mía,
toda su vida me cuenta,
una y no más, ¡vete por ahí!