Una zalamera zarrapastrosa
esclava de lengua y boca,
con tantos hombres ha encamado
que su hueco en el colchón
han tatuado.
Si los ojos reflejan el alma,
no tienes ninguna dentro;
esos ojos negro azabache,
sin vida, sin color, sin alegría,
miran a todos con despecho.
Con despecho, y bien despechada,
altanera de profesión,
ramera de condición,
nunca estás desocupada.
Una princesa del diablo;
maestra de la prepotencia,
que muestra muy contenta
su falta de inteligencia.