Yasmelyn Marine

Romance maldito IV (Pov: La Vida enamorada)

 

Ella era mi sombra y mi luz,
mi final y mi comienzo;
la noche eterna que daba sentido
a cada amanecer que ofrecía.
Y aunque en su tenue presencia
mi esencia se desvanecía,
yo iba tras ella,
directo hacia sus brazos.

 

Soy la vida que camina hacia la muerte,
la que concluye su ser en su regazo.
Ella y yo, dos seres que al unirse se hacen pedazos,
pero que a su vez se complementan.
Y es que no hay vida sin muerte;
en la muerte reside mi más pura esencia.

 

En mi ser se halla el preludio
de aquel inevitable encuentro.
Nacer es el principio de morir,
y vivir es buscarle en cada momento mientras camino.
Somos dos caras de una misma moneda,
girando eternamente en las manos del destino.

 

Y es que en cada caricia que me da,
siento cómo muero,
y yo, consciente de que soy suya,
la abrazo más fuerte ¡porque le quiero!
Y en mi abrazo siento cómo también la muerte se desvanece,
cómo en la cercanía se agota y desfallece.
Porque no hay vida sin muerte, ni muerte sin vida;
somos un ciclo que nunca cesa,
una danza que nunca termina.

 

La música de los últimos latidos nos acompaña y nos envuelve.
Y ese momento que nos brinda amor, tristeza, unión y despedida
es tanto cielo como infierno,
acompañado de ese frío en las entrañas que promete un descanso eterno.
¡Pero no!
Aunque el resultado de uno más uno ciertamente no fue dos,
tampoco fue cero,
sino un cero infinito
donde inicia y termina,
donde nunca inicia y nunca termina este romance maldito.