Soy el abismo de mis propios temores, me hundo en una lucha sin fin sobre el humo que nubla mis pasos, aún no puedo rebasar aquel muro que me supera y no me deja respirar, tomó un bus sin camino trazado, lo reconozco, pero al cerrar los ojos vuelvo de nuevo de cero escapando del deseo de mi propio sentir y mi propio latir.
De qué sirve recorrer tantos kilómetros con una maleta que solo carga imposibilidades, a veces los flagelos vienen del mismo aliento del que respiramos, soplamos sobre la arena aquella imagen que anhelamos y de un solo puñado se escapa el tiempo como un reloj de arena, el laberinto de mis inseguridades me deja en perspectiva ante miles de calles con olor a soledad, estoy navegando en el dilema de una balada antigua, voces y letras de amor saliendo de cuerpos que en vano despiertan solos y sin claridad en su propia esencia.
Soy el abismo que construyo entre miradas fulminantes, el conteo regresivo empieza de nuevo ante una nueva casualidad que en vano se convierte en historias sin huella, nunca puede terminar lo que no comienza, y aquel punto final se vuelve anécdota cuando no existen letras que lo acompañen, estoy viajando entre los puntos suspensivos de mi alma y aquellas voces que cada noche fría me susurran, soledades.