Isaac IMOS

ROMANCE ATÍPICO (MI HISTORIA DE AMOR) CAPITULO 3: EL AMANECER CON SU MIRADA, CONTEMPLANDO SU BELLEZA MIENTRAS  EN MI CRECÍA UN DEMONIO 

CAPITULO III 

EL AMANECER CON SU MIRADA, CONTEMPLANDO SU BELLEZA MIENTRAS  

EN MI CRECÍA UN DEMONIO  

A principio de mis veinte años, mi perspectiva propia era muy similar a la de un virus con muchas mutaciones, estaba evolucionando por dentro, teniendo cambios fenotípicos increíbles, mis ojos se iluminaban de mi cuerpo de una forma positiva, después de haber sufrido tantos insultos por mi apariencia física.  Un chico con obesidad en la infancia y preadolescencia jamás se imaginó que podría tener un cuerpo delgado y atrayente. Me sorprendía que otros chicos me invitaran a salir llamando la atención de personas que jamás imaginaría poder atraer, incluso mujeres llegaron a contemplarme sin duda, no obstante, para mí nunca fue suficiente, las miradas y los halagos no permeaban mi sistema corrupto.  

 

Luchaba conmigo mismo en ser mejor físicamente día con día, mi intelecto lo nutría a base de libros, pero mi salud mental era un turbulento siniestro, pues en parte me gustaba mi físico, en parte me gustaba ser diferente en estilo, me atraía mi estructura, pero jamás me sentí completo. En mi frustración, de no verme tal y como quería, fue llenando en mí una sombra y no me di cuenta de que me estaba en gangrenando.  

 

En mi se estaba rompiendo un espejo y se estaba transformando en monstro, me percibía incompetente ante lo que consideraba bello y estético, jamás creí que este factor fuera tan determinante en mis comportamientos posteriores. Mi autoestima se esfumo como humo de tabaco y era yo quien fumaba de ella, calcinando su estructura con pensamientos dolientes, que se convertían en inseguridad. Me comparaba de manera obsesiva con todas las personas que me rodeaban y siempre llegaba a la conclusión de que no era lo suficiente en ningún aspecto.

  

No estoy seguro en qué momento Yael pudo percibir mi doliente autoestima y falta de amor propio, pero es interesante que con ello también adopto un comportamiento que más adelante puntualizaré.

 

Después de aquél primer beso, empezamos una relación formal, empezamos un compromiso de ser el uno para el otro mientras los días pasaban. No puedo negar que los primeros días con él me generaban un flujo constante de emoción y felicidad, pensaba constantemente en lo afortunado que era.

 

Semanas posteriores, lo veía regularmente en la mañana e íbamos a parques, mientras se llegaba la hora de entrar a nuestros trabajos. Acostados en el pasto la música nos unía en un elixir oscuro y conmovedor pues era un punto importante para nosotros, en eso teníamos tanto en común y a través de ellas nos dedicábamos líricas de pasión y romance y de alguna manera éramos poetas parafraseando versos, él siempre encontraba una canción con la cual me hiciera sentir especial y amado.

 

Ambos nos acercábamos más y más al ferviente enamoramiento, sin más miedo, lo tomaba en mano en público y él no mostraba incomodidad. Fue demasiado rápido el lograr tener confianza el uno con el otro, era como si ambos nos protegiéramos contra el mundo, un mundo al cual obviamente le generábamos incomodidad. En 2015 todavía no había mucha aceptación, ambos vivimos la homofobia. En una ocasión nos corrieron de un centro comercial por besarnos y tomarnos de la mano, recuerdo las miradas de asombro y asco de algunas personas que nos veían. En una parada de autobús, una guardia de seguridad nos comentó que no podíamos darnos afecto en público porque había niños pequeños y no era correcto lo que hacíamos, nos invitó a que nos alejáramos del área, sin embargo, eso no nos detenía, de hecho, jugábamos con ello. Aún recuerdo al guardia enojado buscándonos por una plaza, mientras Yael y yo corríamos para que no nos encontrara, porque le molestaba tanto que estuviéramos tomados de las manos. Yael reía tanto, al igual que yo del descontento de las personas

 

La gente definitivamente no nos importaba, ni los allegados. Una amiga recuerdo haberme dicho que me vio con un “chico”, en un lugar donde vendían helados, la parte más graciosa fue cuando me comenta que “nunca me había visto arrojando tantas flores”, y que “nunca me había visto ser tratado como una florecita\". Se llamaba Fernanda y era obvio que yo le gustaba, me lo llego hacer saber, pero lamentablemente ya había aceptado mi naturaleza para cuando la conocí. Por un momento llegue a jugar con ella para aumentar mi ego, y sí, hubo un momento donde ambos nos besamos aún y ella sabiendo que jamás entre nosotros podría llegar a suceder algo más. Aceptamos por ambas partes que esto había sucedido como un desliz. Ella por una parte lo deseaba, yo no tenía problemas en experimentar. Creo que un beso no condena almas ni tampoco genera lazos, en momentos solo queremos experimentar. Me dolía un poco en el alma que ella sintiera algo por mí y yo no poder brindarle el amor que tanto deseaba. El beso solo fue un regalo que sabría que podría disfrutar, sin ningún compromiso.

 

Los comentarios eran variados al vernos juntos, en una noche una señora junto con su hija en una parada del autobús, me abrazo y me felicitó porque le parecía extraño vernos tan naturales juntos, como si no nos importara nada, me comenta “se ven preciosos juntos, son muy parecidos (físicamente), creo que tengo envidia de ustedes”. A lo cual le agradecí muchísimo por habérmelo externado con tanto respeto.

 

Vaya que sí generábamos suspiros desde el exterior, en redes sociales poco a poco se evidenciaban nuestros comentarios con dedicación, Yael comentaba mis fotos, yo comentaba las de él. Y de ahí se desprenden las dudas de mis familiares, hermanos y primos. La primera persona en saberlo todo fue la esposa de mi hermano, quien desde que descubrí mi sexualidad, fue ella a quien tuve la confianza de contarle, todas mis dudas y mis confusiones en mi pubertad fueron escuchados por ella. Fue a ella en primicia a quien le conté que los hombres eran mi atracción y fue ella a quien le comenté que salía con un chico llamado Yael, antes que a cualquier otro familiar.

 

Por parte de Yael, sus amigos y familiares, no estoy seguro si sospechaban. Él me presentó a los que consideraba más importantes. De lo cual hubo una gran revelación cuando me comenta que mi mejor amigo, “Rodrigo”, era primo de él, ambos tenían mismos apellidos. Lo cual esto generó en mí una gran sorpresa, Rodrigo es de las cosas que más adoro en este planeta, su compañía hasta la actualidad es de lo más preciado que tengo y saber que alguien de su sangre me correspondía de amor, me hizo sentir muy especial, me hacía sentir una unión más especial con Yael. Si bien no tenían una continua comunicación (Yael y Rodrigo), ambos se conocieron parcialmente en su infancia, no eran muy allegados realmente. Solo fue mi emoción, mi intención de querer ver las cosas más coloridas y vaya que de todo tenía que sacar ilusión.

 

De las conversaciones más fuertes e interesantes que tenía con Yael, eran precisamente de su familia, cuando hablábamos de su padre y madre, lograba ver una cierta incomodidad, era como si no quisiera contarme de ellos. Siempre supe que su familia de alguna forma estaba parcialmente rota. Hubo cosas de las cuales nunca quiso contarme o me contaba parcialmente. En especial, me confesó que su padre lo lastimo de una forma, en la cual, quedo una marca en él, pero nunca, me comentó exactamente qué fue lo sucedió. No puedo suponer algo de la cual no estoy seguro y por respeto a su familia no comentaré más al respecto.

 

De lo que sí puedo comentar y es algo muy especial, eran nuestras conversaciones de nuestra sexualidad. Él me comentaba que era particularmente bisexual (algo que yo ya sabía), yo le revelé que era homosexual completamente. Ambos nos confesamos cómo llegamos a descubrirnos, Yael me comentó una de sus experiencias, con una persona de su mismo sexo. A lo cual narraré como si él lo estuviera escribiendo, tratando de configurar su historia a lo que logro recordar:  

En la infancia de Yael:  

“Había un vecino con el que me juntaba. Un día nos descubrieron haciendo travesuras en un cuarto, o a lado de un árbol, nos descubrieron haciendo cosas que normalmente no hacen los varones (dejémoslo en que nos descubrieron besándonos), era la mamá del vecino. A lo cual exaltada nos grita y nos regaña. Me asusté tanto que corrí desesperadamente a casa”.  

 

Como puedo recordar para él fue muy traumático ese momento, pero me comentó que disfrutaba el experimentar con hombres, pero que su atracción con chicas también era parte de él.

 

En ese punto yo logré entender su naturaleza y no sentía celos por mujeres, principalmente cuando veía que su amor por mí era tangible. Nunca hubo dirección que me llevara a pensar que él podría llegar a traicionarme. Estaba tranquilo y sin preocupación alguna.

 

Admitiré que sentía una inseguridad de Yael, al hablar de su familia lo cual de eso sí sentía preocupación, de alguna manera quería formalizarme con él, quería conocer a su familia, a sus allegados, padre y madre. Sentía esa extraña necesidad, lo conversaba con él, pero nunca llegamos a tener un acuerdo. Creo que para él no era fácil admitirle a su familia que estaba enamorado de un chico. Por mi parte yo ya tenía mi planeación de decirle a mis padres. Y lo tenía que hacer, él valía la pena y todo lo peor que podría llegar a pasar. No tenía miedo.

 

Mi salida del closet casi estaba por revelarse con toda mi familia, pero para ese momento, en mi estaba creciendo el demonio de inseguridad, en mis entrañas estaba el nervio de no ser lo suficiente para Yael.  Los pensamientos no eran tan profundos, pero estuvieron creciendo poco a poco. Sigilosamente pensaba “él es demasiado bello para alguien como tú”. Y la inquietud perduraba, pero yo no mostraba señales.

 

Había noches en las que paseaba con mi soledad, pensando en él, su imagen se fue tatuando en mi mente y no había nada que pudiera detenerlo. Su silueta, su sonrisa, sus labios y manos figuraron en mi la perfección y reflexionaba si él veía en mi lo mismo. Conjuntaba la idea de su físico con el mío y notaba las diferencias, siendo así el pensamiento más pérfido que tuve, pues había sembrado en mí una semilla del árbol con el cual alimentaría la inseguridad y mi baja autoestima. 

 

Concluiré esta sección recordando que comencé la relación más hermosa que pude haber tenido cuando al mismo tiempo me observaba constantemente. Mi relación inicio como una chispa que prende pólvora, mientras que en las primeras semanas un sopor, delicado y siniestro en mi se instalaba, y era yo quien lo configuraba. Las primeras semanas con Yael fueron un arranque al conocimiento de lo que es amor, el primer amor, mientras que al mismo tiempo se hacía una sentencia en mí lentamente, muy lentamente.  

 

“Me sorprendió con su belleza, jamás debí observarme a mí mismo, no me lo perdonaré”.