Mercedes Bou Ibáñez

Federico

 

 Federico
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Decasílabos
Rimas en asonante
ABAB por estrofa
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En la sombra de la luna clara,
cuando se va el susurro del viento,
un eco triste suena en España
recordando a su poeta eterno.
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Federico, del amor poeta
en sus versos danzaba el suspiro,
y ese duende que la noche alberga,
se hizo de su corazón amigo
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En Granada florecieron sueños,
de guitarras con sangre en la piel,
bajo un cielo colmado de enredos,
donde fuiste, refugio y laurel.
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Un diecinueve la vida frena,
un lamento en la brisa se escucha,
y un rayo en la oscuridad espesa
dejó tu guitarra rota y muda.
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Pero aún resuenan sus acordes
en aquellos que alzaron el pecho
para gritar con sus fuertes voces:
¡Siempre serás, Federico, eterno!...
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Mercedes Bou Ibáñez
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Un canto a Roma
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Basado en el poema Grito hacia Roma
de Federico García Lorca.

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Este poema que presento es básicamente 
una copia del poema de Lorca,
habla de lo mismo, se refiere a lo mismo y algunas
de sus metáforas son casi idénticas. 
Lo hice porque me gustó tanto el poema de Federico,
que quise tener uno en versión mía.
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Predique paz,
quien quiera evitar guerras.
Y si no, calle.
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Veo al hombre que viste blanco manto,
asomado a la ventana del mundo,
predicando paz, sin oír el llanto,
de un ingente lamento nauseabundo.
Intentando llegar a lo profundo
de almas en su ceguera siempre inmersas
ávidas de escuchar falsas promesas
que rellenen en su mente el vacío
cual gotas refrescantes de rocío,
que llenen de frescor sus mentes presas.
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Abre al mundo su ventana
y apoyado en el alféizar
habla y habla y no se para,
la lengua tiene bien presta
habla mucho.. nunca calla.
el hablar muy poco cuesta,
sale la cosa barata
si pagan otros la fiesta.
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Habla mucho de las guerras
como quien no sabe nada,
de vez en cuando recuerda,
con una voz que amilana,
que el hambre sobre la tierra
debemos ya desterrarla
pero, él, que tiene las perras
el bolsillo no se rasca.
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Hablar sale más a cuenta
y cuando en la paz recala
dice que debe ser buena,
pienso yo a manera vana,
que eso muy bien no me suena
sin conocer la palabra,
porque si en la paz creyera,
¿a qué tanto guardaespaldas?
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Y el hombre vestido de blanco
predicará amor entre columnas
de miseria, hambre, miedo, dolor y muerte,
entre gentes que lloran llantos terribles
cegados a la esperanza.
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Nadie queda ya, para repartir los peces,
nadie cultiva el amor y los sueños ya no crecen,
tan solo el miedo brota de la boca de los muertos.
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Debajo de las columnas no vive el amor,
el amor está en las espaldas desgarradas,
de los niños que sufren el látigo en sus espaldas,
en los pulmones destrozados por las minas de carbón,
el amor está en la celda, donde lucha el preso contra el ansia,
el amor está en el mar, que mece las almas puras
de quienes perdieron la ruta que llevaba a la esperanza.
El amor está en las casas de barro y tablas
que luchan contra el progreso en el medio de la nada.
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Y el hombre vestido de blanco, desde unas columnas de mármol;
!Gritará amor, amor, amor, amor!
Aclamado por millones de seres que desconocen la palabra.
¡Gritará paz, paz, paz, paz, paz!
Rodeado de títeres armados con pistolas
para salvar sus propias almas,
gritará amor, hasta que enronquezca su garganta
y sus ojos se llenen de lágrimas dibujadas.
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¿Porqué, qué sabe el hombre vestido de blanco,
del dolor de una parturienta,
o de la muerte por el hambre, del sudor y del trabajo?
¿O de los niños que mueren con el rostro pegado
a la culata de un fusil?
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¿Qué sabe el hombre de blanco?
De los hombres que tiemblan a la mirada del amo,
o de las mujeres que lloran escondidas bajo un manto
o de los niños que escupen carbones machacados.
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¿Sabrá el hombre de blanco?
Él que tanto predica,
sabrá lo que significa,
el vivir sin tener casa?
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¡Acaso Cristo pueda dar luz todavía!
Pero... ¿Qué sabrá de eso
el hombre vestido de blanco?
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Mercedes Bou Ibáñez