Para qué quieres alas, Alondra.
Aún hay que limpiar todas las copas.
Y por favor, descuelga los zapatos del techo,
no vuelvas a subirlos.
No olvidarán con eso para qué los cosieron.
Pero cierra los ojos, cierra los ojos, Alondra,
(que no me gusta que me mires llorar,
no desde afuera)
Y detrás de tus párpados,
encontrarás el filo de tus lágrimas.
Ella no.
Y él estará vedado como siempre.
11 de julio