Fastidiosamente levantó la tapa de acero de su pecho, tironeando con ansias como un desesperado hambriento ante un posible almuerzo, blasfemando contra los vergonzosos canayas que oteaban sus movimientos desde una distancia prundencial, sumido en una nube de pensamientos volubles y hundido en el negro silencio nocturno como un desesperado hambriento ante un posible almuerzo, con una actitud indómita que contrastaba con las de aqueyos sus cobardes enemigos ahora apostados tras la línea de cruce entre luz y sombra, y ahondando en la masa sensible de su chispeante maquinaria con dedos envueltos en el fuego de la prosa que oyes en tu mente, tú que lo ves desde una distancia prudencial casi sin parpadear, apegado a un gris muro, tras la línea de cruce entre luz y sombra, colando la sustancia de tus ojos por un agujero de lombriz en el subsuelo, mientras descansa el alma en una cama de coloridos pétalos y ama la flor que está sintiendo en su sueño, esotérico porque lo rodea un aura fenomenal y el misterio de la nada, el fuego de la prosa que oyes en tu mente, con una actitud indómita, desde una distancia prudencial tras la línea de cruce entre luz y sombra