CHICHARRA
De casualidad,
una noche de diciembre,
fue la primera vez
que vi salir de su crisálida
a una chicharra.
El insecto
estaba en el tronco
de un algarrobo.
Rasgó sus vestiduras
para poder abrir
sus alas fosforescentes
y voló,
dejando sus ropas de metal
prendidas en la corteza.
En aquel instante entendí
que solo es posible volar
si rompemos
y abandonamos las armaduras.
Autor: Sergio Alejandro Cortéz
Villa Dolores, Córdoba, Argentina.