Tintinea la noche
que ya está de gala,
en ventana abierta
la rosa ensoñada,
decididos pasos
zureos engalanan,
besos entre rejas
la Luna acompaña,
luz de dos faroles
guadaña amenaza,
se dicen quereles
y se dicen ganas
mientras la oscuridad
afila su daga.
Una despedida
se oye en la ventana,
rosa mancha al rosal
y el rosal se marcha,
vestida de blanco
la sombra se alarga,
con brillante mano
al rosal asalta,
se tuercen sus ojos
y sus esperanzas,
de abrazo maldito
por mortal tajada.
Un fiero venero
cubre la ojalata,
su inflado pecho
llora la estocada,
y en la media noche
gritó la ventana.
Caballo galopa
dejando su espada,
y ese grito amargo
aún menos se calla.
De su pecho helado
cuelga una medalla,
con eslabones de oro
y alianzas gravadas
que nunca en sus dedos
serán insertadas.
La daga asesina
cortó sus palabras,
y la luna en cama
se apeó de la nana.
El día de su entierro
el sol no miraba,
y las nubes negras
solas se invitaban.
Dentro de la iglesia
un réquiem se daba,
la rosa llorando
rosal de mortaja.
El cura bendijo
barnizada caja,
la corte de velos
desfile iniciaba.
Lo llevaron a hombros
a eterna morada,
donde novia alegre
canora esperaba.
Por la calle viene
una triste dama,
con pañuelo blanco
y alma enlutada.
En su bello rostro
lágrimas resbalan,
y en sus prietas manos
lleva dos alianzas,
una pone Pedro
y en la otra pone Ana,
una queda sola
y la otra acompañada,
y en los dos aretes
ventanas cerradas.