Buenos días linda, le decía a una dama
que pasaba todo los días por mi vereda,
y cómo presumía de bella, ni la jota
respondía.
Dejó su pasar un tiempo
y, me preguntaba a mismo: que le habría
pasado a esa lindura!
Que casualidad, en una casita de caña vivía ella al verme, cómo se puso, porque no pudo ocultar
su sencilléz y, le dije buenos días linda;
ella sonrió. Que bonito es su hogar
donde vive, solo sé que hoy aprendió
a ser humilde, que la belleza se acaba.
Lo bonito es que ahora somos buenos
amigos así de sencillo.