Un abanico en el monte
oxigena al mundo
y se vuelve suspiro
respirando en sus dominios.
Se conforma con todo
y todo le parece poco.
Espacios de playa de ribera
de hojas verdinegras,
los insectos se acicalan,
polinización segura,
baja el río en barcos de papel
y bebe hidromiel salvaje,
eco de pétalos de flor,
amargas frutas del bosque.
Las cicatrices
son las señales del tiempo,
un rasguño en el suelo
traza la ruta para una cruzada
que mueve el aire.
Crujen los pies
donde se miden
las personas cabales,
si me miran sus noches
me aturdo y confundo
las letras del abecedario,
y si cierran la puerta del bosque
rompo el cerrojo.