Acaso un día el hado gire en su crueldad,
Y en mi miseria el sino obre con piedad,
Mis miedos, espectros de esta funesta eternidad,
Florezcan en vana y efímera fecundidad.
Mis temores, sombras fieles de mi quebranto,
Mas quizá mis sueños resurjan sin su decremento.
Quizá en el Averno halle un refugio santo,
Donde la Muerte me acoja sin desdoro ni lamento.
Los días se diluyen en un lienzo corrompido,
Tal vez en la penumbra halle mi sino perdido.
En cada amor incierto, el dolor es mi lección,
Mas tal vez la vida cumpla mi amarga petición.
Mis lágrimas caen, huellas de mi desventura,
Quizá en el silencio halle nueva dulzura.