Al ser prisionera de la tristeza,
la risa me incentiva.
Con el humor, las bromas,
chistes… sátiras;
me desternillo.
Un susto como diversión
hace me muera de la risa.
Por romper el silencio cauto
un ¡shhh! me acalla,
y todo mi cuerpo ríe.
A la postre, frente al espejo
me río de mi misma.
Y en mi fuero interno
surge una epifanía:
“la flor de la risa”.