Soy nieto de poeta
en un tiempo
que nunca fue mío,
en otro y otra vida
el reloj se comportó
y vimos la aguja
en la misma época.
Donde las doce
marcaban el mediodía,
en que nos recitábamos versos,
que imperfectos
se acercaban
a su oído absoluto
de escritora,
con la que me hubiera gustado compartir,
sin el contraste de la máquina de escribir,
despojada de ojos que cuentan
infinitesimales de sílabas,
admiro su prosa y su palabra audaz,
pero más la quería
por su abrazo cálido,
más la quería
con su delantal de abuela.