Mirando a las nubes
en un cielo celeste
que dibujaba figuras
para que uno adivine.
Mira ahí...un caballo
y más allá...el África
yo no pude ver nada
solo veía tu cara.
Y desfilaban una tras otra
cómo si fueran comparsas
te tomaba la mano
en una tarde soñada.
El reloj se detiene
ni un pájaro canta
nada nos interrumpe
solos en la montaña.
En un beso fundimos
nuestros labios inquietos
testigo de nuestro amor
fue el arroyo sereno
Las nubes siguieron pasando
perdiéndose tras los cerros
ahora el cielo se viste
de un naranja intenso
invitando al abrazo,
atardeciendo nos fuimos.