En la noche oscura, donde los sueños se esconden,
En la selva profunda, donde las sombras se tienden,
Se escucha un lamento, un gemido que hiere.
Es el Güillanguille, un alma que sufre.
Con ojos de lucero y piel de cristal,
Buscó en la noche, sin rumbo ni paz.
Murió sin bautizo, su alma en tinieblas sumida.
Condenado a vagar, sin paz ni vida.
Quien lo escucha, atraído por su llanto,
Se acerca con miedo, pero sin espanto.
Pero al mirarlo, sus ojos se tornan rojos.
Y una risa macabra reemplaza su sollozo.
De querubín celestial a sombra tenebrosa.
Su llanto desgarra el alma, causa horror y pavor.
En su voz, un lamento eterno, un anhelo profundo;
busca el perdón divino, un descanso en el mundo.
Lejos de sembrar el caos, anhela encontrar consuelo.
En las sombras de la noche, busca un nuevo cielo.
Con voz suplicante, pide un alma pura.
Que lo bautice y lo salve de su oscura locura.
Gonci