Berta.

Ilusión

 
Berta despertó esa mañana con una sonrisa que dibujaba la promesa de un nuevo día. Los rayos de sol se colaban entre las cortinas, bailando sobre las paredes de su habitación, y ella sintió un cosquilleo que le hurgaba entre los senos. Había algo diferente en el aire, una energía vibrante que le decía que hoy sería especial. Sin saber por qué, se vistió con su vestido favorito, aquel que realzaba su figura y la hacía sentir hermosa, casi etérea.
 
Al salir de casa, la primavera se desplegaba ante sus ojos como un lienzo lleno de colores vibrantes. Caminó por los senderos floreados que siempre había amado. Las flores, con sus tonos intensos, parecían susurrarle secretos. Cada paso que doy me acerca a algo mágico, pensó mientras avanzaba hacia el parque. El aroma a tierra húmeda y a flores frescas la envolvía en una atmósfera casi mágica, como si el universo conspirara para que ese día fuera inolvidable.
 
Al llegar al parque, se sentó en una banca, y el murmullo del río cercano la sedujo. El agua, que serenamente fluía, reflejaba los destellos de luz del sol, y Berta se perdió en sus pensamientos, soñando con amores perdidos y esperanzas renovadas. En ese momento, un joven apareció ante ella, rompiendo la calma de su ensueño. Tenía una risa contagiosa y una mirada que desbordaba energía. Su nombre era Marcos y, sin saberlo, llevó una chispa a su pecho.
 
¿Te importa si me siento aquí? preguntó, con una voz melodiosa que hizo que su corazón diera un vuelco. Ella sonrió, y en ese momento, algo en el aire cambió. Las palabras fluyeron con facilidad, como el agua del río. Hablaban de sueños, de historias compartidas y risas que brillaban como estrellas en el cielo.
 
Berta se sintió envuelta en un torbellino de emociones, como si cada palabra pronunciada por Marcos fuese un verso de poesía que resonaba en su interior. Él entendía su alma, y por un instante, los dos se encontraron bailando en una danza etérea, donde el amor parecía prometedor y puro. Era un amor sin ruegos, como ella siempre había deseado, un amor que iluminaba sus días y encendía su fuego interno, recordándole los ecos de suspiros en la cama.
 
Hoy el amor nos revela lo que a dos almas les pasa, pensó mientras Marcos le contaba acerca de su pasión por la música, sus sueños y su vida. Cada rayo de sol que atravesaba los árboles les otorgaba un brillo especial, y Berta no podía evitar pensar que ese momento era la esencia misma de la juventud, el aliento de los sueños en plena floración.
 
Cuando él tomó su mano suavemente, el corazón de Berta se desbordó de alegría. Esto ha de ser el amor, sintió en cada fibra de su ser. En esa conexión mágica, su alma estaba de verbena, rebosante de vida y colores. Las melodías de su risa se entrelazaban con el murmullo del río, creando una sinfonía que acariciaba sus sueños.
 
Solo una tarde pasó, pero en el corazón de Berta, ese amor florecido dejaba huellas profundas que jamás olvidaría. En los días posteriores, aunque la vida continuara su curso, ella sabía que llevaba en su interior el brillo de un amor incipiente, el eco de un suspiro y la promesa de que, aunque todo pudiera cambiar, aquel día sería siempre parte de su historia.
 
Con una sonrisa, Berta regresó a casa, con el recuerdo de Marcos acompañándola, como un dulce aroma a rosas en el aire, mientras un susurro le decía que, quizás, el amor verdadero estaba justo ahí, esperando a que lo descubriese.
 
Pero este día ya está muy lejano en los recuerdos de Berta.