Bajo el vasto manto estrellado,
donde el cielo murmura en secreto,
Él traza el sendero con paciencia,
esculpiendo sueños en el eco.
Ni sombra ni tormenta pueden esconder el brillo del destino en tu ser,
cada latido lleva una chispa sagrada,
donde el propósito empieza a florecer.
Cuando la duda tiña tu camino
y la salida parezca perdida, cada paso y cada tropiezo son notas de una sinfonía aún no entendida.
En el jardín de la existencia, las esperanzas brotan, y en cada reto, una revelación se despliega.
Dios, en su amor, te sostiene en la prueba, fortaleciendo tu ser a medida que la vida despega.
Tu vida, un lienzo en blanco, tu alma un pincel, cada trazo, por arduo que sea,
teje la historia de un alma valiente que en su propósito interno se anhela.
Cuando enfrentes un futuro incierto,
y el horizonte se vuelva gris, recuerda que el amor divino, como un faro, guía y transforma en cada matiz.
No estás solo en esta travesía, cada susurro del viento es un consuelo celestial. El propósito divino, faro en la noche, te lleva a la paz en su luz inmortal.
Levanta la mirada, deja que la esperanza te envuelva, cada desafío es un maestro de confianza.
El propósito de Dios en tu vida es eterno, y en su amor, siempre encontrarás un nuevo amanecer.
Jaime Alberto Garzón