Sus labios son ese territorio donde se posa fértil el alma, el lugar del que emerge la voz para encarnar el gentilicio que anuncia la procedencia, nacionalidad de estos ojos. Hace tiempo que solo existe la compañía de ser apátrida desarraigado a fuerza del hogar anidado entre esas piernas fecundas por si mismas, ese mismo hogar que ya fue tomado por otro pueblo, restringido poco a poco hasta perder la ciudadanía de su piel.