Salva Carrion

No digas que fue un sueño

No digas que fue un sueño aislado,

fuiste tú, bella endemoniada,

al despertar de madrugada

quien me tuviste adormecido,

con tus pócimas de beleño,

con mis ojos aún sellados.

 

Te abrigaste en mi pecho cálido,

con claras ansias renacidas,

burlando mi mente menguada

con tu conjuro proferido,

para tu arlequín de ensueño,

para el gozo de tus pecados.

 

Tu mirada de verdes plácidos

gemía labias repetidas,

anhelando sentirte amada.

En tu boca, un beso perdido

te despertó del breve engaño

de tus rocíos pervertidos.