Yeshuapoemario

Ustedes han hecho que el faraón y sus siervos nos odien y les han puesto una espada en las manos para matarnos (Éx. 5:21).

 

En la travesía de la vida, a veces nos encontramos con mares agitados y vientos contrarios que parecen desafiar nuestra fe y esperanza. Las pruebas, como olas implacables, pueden golpear las orillas de nuestra determinación, erosionando la fortaleza que creíamos inquebrantable. En esos momentos de incertidumbre, cuando las dudas se ciernen sobre nosotros como nubes oscuras en el horizonte, es esencial buscar refugio en la fe y la confianza en algo más grande que nosotros mismos.

 

La historia de los israelitas, con sus altibajos, es un recordatorio de que la adversidad ha sido una constante en la experiencia humana. Al igual que ellos, podemos sentirnos tentados a buscar culpables o a cuestionar el propósito de nuestras luchas. Sin embargo, es en la introspección y la búsqueda de significado donde a menudo encontramos la luz que disipa las sombras de la desesperación.

 

Abrir el corazón a Jehová, como quien abre las ventanas para dejar entrar la luz del sol, es un acto de valentía y humildad. Es reconocer que, a pesar de nuestras propias capacidades, hay momentos en los que necesitamos apoyarnos en una fuerza mayor. Es un gesto de entrega y confianza, un paso hacia la sanación y la renovación del espíritu.

 

Así, en la poesía de la vida, cada dificultad se convierte en una estrofa que nos enseña, cada desafío es un verso que nos fortalece, y cada acto de fe es un poema que eleva nuestra alma. Y aunque el camino esté lleno de incertidumbre, cada paso adelante es una rima en la canción eterna de la resiliencia humana.

 

Porque en el gran poema de la existencia, cada experiencia, buena o mala, contribuye a la belleza del conjunto, donde Jehová es su dueño. Y así, con el corazón abierto y la mirada fija en el horizonte de la esperanza, avanzamos, verso a verso, hacia un futuro donde la fe y el amor triunfan sobre la adversidad.