Apesadumbrado de noches lúgubres,
abrigo en mis sienes mechones dorados.
Insulto los días de espinas hirientes
y perdono las tardes cuando les falta amor.
Mis manos abiertas son simas de lucha
que brillan en los días,
anudan las tardes delineadas en púrpura,
embetunan las noches,
para que jueguen y vuelvan a amar otra vez.
Cobijo en mi frente sucesos inciertos,
acampo en mis ojos cuitas y dolor.
Rugosa mi piel, borrasca de sol,
aclamo mis años,
esperando el día
donde no hay regreso.